06 Enero 2008
La tarde del lunes 17 de diciembre, unos trescientos espectadores llenaban el salón de actos de la Casa de Cultura para asistir al Concierto de Navidad ofrecido por los alumnos de las distintas escuelas de música del Centro Musical e Instructivo Santa Cecilia, un festival de ritmos contagiosos en el que nadie se libró de cantar.
Juan Gonzalo Gómez Deval, director del centro, fue el encargado de presentar las cuatro partes en que se dividía el espectáculo, cuya duración se situó en torno a una hora: la big band, el grupo de metales, la banda juvenil y, como cierre, la pequeña orquesta, acompañada del coro infantil, los alumnos de preparatorio y un invitado muy especial.
Abrió el concierto la Big Band, formada por quince músicos dirigidos por el propio Juan Gonzalo. Ofrecieron tres piezas de las grandes orquestas de los años 50 y no sólo contagiaron al público con sus dinámicos ritmos, sino que se metieron al personal en el bolsillo durante la segunda pieza, cuando no sólo interpretaban música, sino que también la vivían como las genuinas orquestas: alzándose y moviéndose al son de la música... lástima que el salón no disponga de una pista de baile, se habría llenado, sobre todo en la última pieza, un homenaje a Glenn Miller interpretado al clarinete por uno de los profesores de la escuela.

El Grupo de Metales, compuesto por siete jóvenes músicos, sólo ofreció una pieza, un villancico judío interpretado por el trombón, las trompas y las trompetas.
La tercera actuación de la tarde correspondió a los treinta componentes de la Banda Juvenil que, como su nombre sugiere, son muy, muy jóvenes. Deleitaron a la audiencia con el pasodoble Casildo, un concierto de trombón y un vals. Fue un buen aperitivo para la traca final.
Y es que el colofón al concierto lo puso la actuación conjunta de la Pequeña Orquesta, el Coro Infantil y los alumnos de Preparatorio, un conjunto de más de cuarenta intérpretes sobre el escenario que, a decir de Gómez Deval, ''quizá no sean los niños cantores de Viena, pero son auténticos niños prodigio cuando algunos apenas acaban de cumplir los tres años''.
Jóvenes prodigios interesados no sólo en cantar, sino también en saludar desde el escenario a sus padres, que asistían encantados a la actuación, desde el patio de butacas, con la cámara o el móvil entre manos. Interpretaron cuatro piezas amenas, divertidas, con el aire navideño propio de la época y con un aliado inesperado: en mitad de la actuación se sumó el imprescindible Papá Noel, que sustituyó su tradicional carcajada por una voz de barítono que sorprendió gratamente a los trescientos asistentes, sobre todo en la pieza que cerró la función, Noche de paz.